JUSTICIEROS DEL AMOR

Eran los sábados cuando las “eroavionetas” colmadas de amor y pasión sobrevolaban nuestro barrio. Desde primeras horas, nos manteníamos alerta para disfrutar de la llegada y descarga de roscos que, en forma de corazones, arrojaban aquellos aparatos. Muchos vecinos jóvenes, mayores y medianos salíamos a la calle ansiosos de pasión, con los brazos abiertos al cielo y como si de un maná se tratase o como en una cabalgata de reyes, intentábamos atrapar al vuelo alguno de esos roscos del amor. Para evitar lesiones, la policía no permitía paraguas invertidos. No valía tomarlos del suelo, pues si caían quedaban rotos e inutilizados para siempre. Había personas que salían con máscaras y disfraces para evitar, se supone, ser reconocidas quizás por su pareja que también podría estar esperando otra oportunidad; también había ambiciosos que pillaban varios “roscos acorazonados”: eran la envidia de quienes no cogían nada y tendrían que esperar al próximo sábado.

Todo acabó un día cuando un ejército de angelitos justicieros, con arcos y flechas, atacaron a las promiscuas “eroavionetas” para expulsarlas del espacio aéreo del barrio. Desde entonces, a menudo y sin avisar, los angelitos escondidos quién sabe dónde, escogen y lanzan flechas directas solo a corazones errantes.

2 Comentarios

  1. Con los angelitos con flechas ya es suficiente. Si hubiese otros ingenios arrojando roscos, para ver quien se los come, la vida ganaría en intensidad, pero también sería un sinvivir, no todova a ser eso.
    Menos mal que todo volvió donde debía.
    Imginativo y divertido.
    Un abrazaco, artista

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