GOTERAS
Se trataba de una gotera de algún piso superior, según se podía deducir tras la apertura del “falso techo” de escayola y que llevaba varios días goteando, en tres cubos que mi amigo Domitilo había colocado bajo aquellos goterones, imprimiendo un turbador y arrítmico sonido que era amplificado por el eco de aquella casi desnuda habitación, ya que sólo albergaba unas cuantas cajas apiladas sobre el suelo.
El propietario del piso superior, vivía en Francia, por lo que, unido a la desidia, la compañía de seguros no podía acceder a la vivienda y resolver el problema.
Aquel agujero en el techo, resultaba curioso e inquietante, pues me parecía estar escudriñando las tripas del edificio.
Dos semanas más tarde volví a visitar el local de mi amigo “Domi” y me volvió a enseñar la “trastienda de la gotera” como él llamaba a la siniestra habitación.
Al mirar hacia arriba y contemplar “aquellas tripas” chorreantes de líquido, constaté que las antaño vigorosas vigas de hormigón, habían mermado su anchura y su fornida textura, siendo ahora más similar a un barro grisáceo. Así mismo, los rojos ladrillos que antes contrastaban en ese puzle visceral, ahora eran de un pálido y vomitivo color rosáceo que parecía fundirse junto con el gris de las vigas formando un viscoso amasijo de lamentable aspecto y que además desprendía un olor a materia inerme que inundaba la siniestra habitación.
De pronto comprobé en el aspecto de mi amigo, que él también había envejecido prematuramente y que su rostro, ahora un tanto gris, parecía acompasar a su ruinoso local.
Tras despedirme de él, eché un último vistazo a la fachada de la casa y noté como las líneas horizontales y verticales, acusaban las curvas de un aparente esfuerzo o más bien, la decrepitud de la vejez.
Preso de mi curiosidad, pasadas otras dos semanas, volví a visitar a Domi, pero me encontré con que la casa se hallaba semiderruida, sin tejados y con escombros que salían, como vómitos, de sus ventanas inferiores. Ante la puerta, se abría una estremecedora y negra brecha en el suelo de profundidad desconocida y ancho suficiente para acoger a un hombre.
Abandoné aquella ruina, pero de mi amigo Domi, no he vuelto a saber nada. Hasta el momento.
IsidroMoreno