LA BATALLA
Desde lo alto, en posición privilegiada, espero el momento de la verdad. Ambos ejércitos ahora se ven expectantes y enfrentados cara a cara. El silencio es muestra de respeto, quizás miedo o también podría ser una arrogante y disuasoria postura ante el rival mientras se espera el instante acordado para iniciar la batalla.
Las huestes, escrupulosamente alineadas, lucen sus inmaculados atuendos de guerra con colores perfectamente distinguibles entre uno y otro bando.
La batalla comienza. La primera línea de mis aguerridos soldados de a pié, inicia una firme carrera hacia las filas enemigas que con sus uniformes negros esperan y parecen no mostrar temor alguno, o ese es mi temor.
Se suceden los ataques y contraataques. De forma acertada mi caballería penetra en las líneas enemigas vengando las bajas sufridas, por lo que una subida de adrenalina, me anima, me altera y casi me hace perder la compostura de hierático jefe de mi ejército.
En el fragor de la batalla, compruebo que la tarde va cayendo. Varias horas en lucha y extenuados, sin reina ni alfiles, con apenas seis fichas sobre el tablero, el adversario me solicita “tablas”.
Acepto gustosamente mientras que, en caballeroso gesto, estrechamos nuestras manos.
IsidroMoreno