POR MANDATO MATERNO

 

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Tomó un cuchillo de generosas dimensiones; ya no podía demorarlo más. Tampoco era nada personal, pero debía hacerlo aunque preferiría evitarlo. Su propia madre se lo había ordenado.

Sin apenas esfuerzo, la colocó sobre la mesa, levantó el cuchillo y el acero se hundió en certeros cortes cuyos sonidos y olores ya nunca olvidaría. Era su primera vez, pero no sería la última. Las lágrimas le arrasaban los ojos y resbalaban por su rostro.

Quizás por asociación de ideas, comenzó a canturrear la «Nana de la cebolla» mientras, en la mesa de la cocina, seguía debatiéndose con aquella humilde hortaliza.

 

IsidroMoreno

HOY ESPERAREMOS EN LA HABITACIÓN ABIERTA

 

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—Espérame hoy en la habitación —dijo ella ante la puerta.

—No. —Replicó, al otro lado, una voz masculina.

—Ábreme y vamos a la habitación.

—Tampoco.

—Abre y te esperaré hoy en la habitación —Volvió a insistir en un nervioso susurro.

—Lo siento —dijo el joven—, ese no es el santo y seña. Debo avisar a seguridad.

—¡Por favor…!

De las sombras nocturnas surgió un disparo que alcanzó a aquella camarada de la resistencia francesa que, aunque con larga experiencia, no pudo evitar las señales de una incipiente demencia senil ante un joven compañero en su primer día de guardia.

 

IsidroMoreno

BUENOS, TONTOS Y PECADORES

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Siempre me había resultado anacrónica y degradante la relación entre señores de la casa y servicio doméstico.

Por diversos motivos y muy a nuestro pesar, tuvimos que contratar a una empleada de hogar y, desde el primer día, quisimos integrarla como un miembro más de la familia. Ella compartía mesa con nosotros, le obligué a que nos tutease y nos llamase por nuestro nombre de pila e incluso, a menudo, le ayudábamos en sus tareas específicas. Luego, nos tomaba prestada la tarjeta de crédito para no molestarnos cada día antes de ir a hacer las compras. Se cambió a la habitación de invitados pues era más grande y soleada.

Han pasado diez meses desde su contratación. Ahora, mi familia y yo vivimos, provisionalmente, en un hostal. Ella nos cambió la cerradura y las claves bancarias.

Mis amistades dicen que soy bueno, pero que he pecado por gilipollez y de ingenuidad. No son pecados capitales, pero sí muy comunes y variopintos.

IsidroMoreno

 

SUEÑOS DE INFANCIA

 

Representaciones teatrales, sombras chinescas tras las sábanas tendidas al sol del atardecer, grabaciones de planos de películas sin película y sin cámara… Eran nuestros juegos favoritos. De mayores seríamos famosos actores de Hollywood.

Años después, yo gritaba su nombre desde detrás de la valla. Glamurosa, sobre la alfombra roja de unos importantes premios cinematográficos, sin ni siquiera mirarme, recogía mi humilde ramo de dos gardenias con un mensaje escrito que no leyó: «siempre te querré». Luego, regaló el ramo y dos besos a un importante director de cine que salía del photocall. Observé la perpleja expresión del director al leer mi nota de amor. Mi cara también debió ser un poema sin rima.

Meses después, la prensa del corazón anunciaba el enlace entre mi amiga y el engreído director de cine.

Ayer la vi. Grité su nombre, corrí, la empujé, cayó al suelo, pero conseguí que aquella moto sólo me atropellara a mí.

Hoy por fin ha venido al hospital. Siento que la he defraudado, no he llegado a ser Clark Gable, ni Cyrano, ni Superman. Quiero hablarle pero sólo puedo mover un dedo de una mano y ella no lo ve. Yo a ella tampoco y tengo mucho sueño.

IsidroMoreno

(Relato para el concurso ENTC.  Texto de 200 palabras. Inspirado en la foto de Cristina García Rodero)

ÉPICOS INSTANTES

 

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Descendí los escalones del módulo y, bajo la luz de La Tierra, mi bota marcó la huella en el polvoriento suelo jamás pisado por el Hombre. Luego, embargado por la emoción y con toda la solemnidad que el momento requería, tomé el estandarte reservado para la ocasión y postrado sobre mi rodilla, lo clavé en la playa y, en nombre de Isabel y Fernando, bendije aquel nuevo mundo mientras mi escudero me interrumpía con, «que no son gigantes, mi señor, sino molinos». ¡Hic!

Después, nos calló una lluvia de guantazos y agua lanzada a mala leche intentando paliar nuestra épica borrachera.

 

IsidroMoreno

EL REY LEAL

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Érase una vez en un pequeño y lejano país, ya hace mucho tiempo, vivía un rey honrado y amante incondicional de su pueblo.

Sus gentes lo respetaban y lo querían, pues eran conocedores de su bondad y lealtad, sin embargo, esas gentes de aquel pequeño feudo, no deseaban tener rey ni ser súbditos de nadie y en su afán de distinción y modernidad, imitaban conductas e ideas de países vecinos en los que, a menudo, se promovían revueltas populares contra sus gobernantes.

El leal rey conocía el sentimiento antimonárquico de su pueblo y para evitar futuras discordias y su enquistado problema, urdió en solitario un plan de actuación.

Se anunció con trompetas, platillos y tambores que, el rey daría una gran fiesta en el atrio de su castillo y con banquete incluido.

Llegado el día del evento, gentes de todas las partes del reino acudieron a la fiesta del monarca y ocuparon todas las dependencias del castillo real.

En el centro del atrio y sobre un escenario entarimado, se erguía una estructura que soportaba un gran pendón con emblemas del pequeño reino.

Apareció el rey en escena y tras pedir silencio, mientras se despojaba de su corona y del manto de armiño, dirigió un corto pero emotivo discurso a su amado pueblo. A continuación, entre aplausos, silbidos y gran expectación, se dirigió a la estructura vertical se arrodilló tras ella, inclinó su cabeza hacia adelante, tiró del extremo de una soga y la pesada cuchilla de hierro oculta tras el pendón, cayó para cortar el cuello y seccionar el cuerpo del rey leal.

Colorín colorado que este cuento no acabó allí. Llegaron nuevos tiempos, otros monarcas, varias guerras, otras gentes, nuevas modas, revoluciones populares, rodaron cabezas y un tal Monsieur Joseph I. Guillotin, quizás en recuerdo de un antiguo y leal rey, propuso la decapitación con aquel artefacto al que cedería su nombre por los siglos de los siglos, amenizando las más calenturientas mentes y dejando claro que la sangre es roja para todos, pues la azul sólo existe en otro cuento de origen chino.

IsidroMoreno

(Derechos de autor cedidos temporalmente al «XII Certamen literario Internacional Ángel Ganivet» -Finlandia-)