Según últimas declaraciones de la RAE acerca de la no obligatoriedad de usar el punto como signo separador en las cifras, además de otras exenciones, el PUNTO, indignado, se ha declarado en rebeldía y ayer, ante las puertas de la RAE, con representantes de casi todas las clases y especies de puntos, reivindicaban su ancestral labor y sus puestos de trabajo.
Reporteros y periodistas nacionales e internacionales asistimos a tan insólita cita, si bien, no se trata de la primera ya que, el pasado año, Isidro Moreno nos narró fielmente la concentración reivindicativa de signos ante la RAE, en su popular relato «Manifestación Lingüística» (“Relatos para ratos”, Ed. Letrame)
En los alrededores de tan insigne academia, a través de las múltiples pancartas redondas, pendones oblongos y otros distintivos, pudimos conocer a muchos representantes sindicales de las diferentes clases, estratos y labores de los puntos.
Mi primera entrevista al punto de la mañana, fue decepcionante pues no obtuve contestación alguna y con gestos, me indicó que preguntase al siguiente pues él era solo un punto y seguido. Tampoco obtuve mucho con la siguiente pareja, ya que se trataba del punto y coma, que tal y como se viene sospechando, su relación es algo más que una mera relación laboral, al fin y al cabo, el roce hace el cariño y no quise interrumpir su idilio. Lo mismo me ocurrió con el dueto «Dos puntos» que mantenían una amanerada discusión sobre la fiesta del orgullo gay.
Colgados en la rama de un árbol, jugaban tres jóvenes puntos mientras que desde abajo, un punto y aparte les voceaba con autoridad: Os he dicho que sois suspensivos, no suspendidos. ¡Bajad del árbol!
Aquello más parecía una feria que una manifestación reivindicativa. Unos palitroques desfilaban presurosos hacia unas cajas de cartón de las que cada cual sacaba un punto y se lo colocaba a modo de cabeza. Eran los puntos sobre las íes. No pude entrevistarlos pues corrían y reían como auténticas hienas, jiiii, jiii. También, además de unas cursis Ues buscando su diéresis, acudían a dicha caja muchos signos de admiración e interrogación, que como pollos decapitados y desnortados, buscaban un punto que ponerse por cabeza.
En el suelo, se había dibujado una cruz y en cada extremo se situaba un punto cardinal para orientación de los asistentes. En el punto N, junto al Punto Limpio, una barbacoa vendía chuletas al punto. El punto Este estaba despuntado y el Oeste, lejano.
En el punto Sur, se concentraba el colectivo del Punto textil por el que descubrí puntos que desconocía, pues estaba el punto de cruz, punto de arroz, punto de ganchillo, punto nido de abeja, punto roma, punto gotas, punto calado… mareado por tanto punto, me dirigí al punto de encuentro donde encontré un desesperado punto de fuga buscando al punto G. Ni qué decir que no me hizo ni punto caso.
A punto de empezar la lectura de reivindicaciones y queriendo rehacer punto por punto mi índice de los puntos asistentes, a punto estuve de tropezar con un puntillo musical de esos que, aun siendo pequeñitos, son capaces de añadir la mitad de su duración incluso a toda una redonda en el pentagrama musical.
De pronto recordé que tenía mi Fiat Punto mal aparcado y peligraban mis puntos del carnet con otra nueva multa. Gireme rápidamente y por encontrarse en mi punto ciego, no vi un hermoso árbol a mi izquierda con el que me partí la ceja, afortunadamente un samaritano punto llamó a los puntos de sutura que rápidamente me cosieron y pude abandonar el lugar no sin antes dar las gracias al samaritano y ¡qué puntazo!, pues resultó ser el punto final.
IsidroMoreno
(Dedicado especialmente a mis amigos J.A. Barrionuevo y Fina Nieto que me inspiraron el relato. Abril-2018)